Dependiendo de la forma como el jugador golpea el balón, lo puede hacer girar y cambiar su trayectoria. Esto, que en términos populares, se conoce como “chanfle”, es a fin de cuentas la interacción entre la pelota y el aire. Asimismo, hay que considerar las condiciones de humedad y temperatura del aire, que pueden cambiar las propiedades de viscosidad y resistencia del aire, lo que complementa la velocidad y rotación que imprime el jugador a la pelota. Por ello, no resulta igual si se está jugando en mayor o menor altura sobre el nivel del mar.
Incluso la textura del balón puede ser clave; en Sudáfrica 2010, fue muy criticada la pelota utilizada, extremadamente lisa, lo que le otorgaba a veces trayectorias impredecibles. Una elección que fue corregida en Brasil 2014.
Los tiempos de reacción son otro factor primordial, debido a que las señales nerviosas viajan por el cuerpo humano a velocidad finita, y los músculos responden a una velocidad del mismo tipo. Eso determina cuánto tarda el arquero en moverse. El portero debe enfrentar el hecho de que el balón recorre una distancia bastante corta para la velocidad inicial que le imprime quien patea, y eso hay que compararlo con su tiempo de reacción. Es una ventaja entonces siempre para quien patea.
El ejecutante, por su parte, además de imprimir velocidad a la pelota, debe escoger los ángulos para que pueda entrar en el pórtico.
Finalmente, y si bien todo esto responde a la técnica, hay que considerar que las condiciones en un estadio con miles de personas son absolutamente distintas a un laboratorio.
FUENTE:Alfonso Zerwekh, Director del Departamento de Física de la UTFSM, a través de Infocyt.
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